Durante mucho tiempo Pigmalión, Rey de Chipre, había
buscado una esposa cuya belleza correspondiera con su idea de la mujer
perfecta. Al fin decidió que no se casaría y dedicaría todo su tiempo y
el amor que sentía dentro de sí a la creación de las más hermosas
estatuas.
Al rey no le gustaban las mujeres, y vivió en soledad durante mucho
tiempo. Cansado de la situación en la que estaba, empezó a esculpir una
estatua de mujer con rasgos perfectos y hermosos. Así, realizó la
estatua de una joven, a la que llamó Galatea, tan perfecta y tan hermosa
que se enamoró de ella perdidamente. Soñó que la estatua cobraba vida.
El rey se sentía atraído por su propia obra, y no podía dejar de pensar
en su amada de marfil.
En una de las grandes celebraciones en honor a la diosa Venus
que se celebraba en la isla, Pigmalión suplicó a la diosa que diera
vida a su amada estatua. La diosa, que estaba dispuesta a atenderlo,
elevó la llama del altar del escultor tres veces más alto que la de
otros altares. Pigmalión no entendió la señal y se fue a su casa muy
decepcionado. Al volver a casa, contempló la estatua durante horas.
Después de mucho tiempo, el artista se levantó, y besó a la estatua.
Pigmalión ya no sintió los helados labios de marfil, sino que sintió una
suave y cálida piel en sus labios. Volvió a besarla, y la estatua cobró
vida, enamorándose perdidamente de su creador. Venus terminó de
complacer al rey concediéndole a su amada el don de la fertilidad.
Ovidio dice así sobre el mito en el libro X de Las metamorfosis:
«Pigmalión se dirigió a la estatua y, al tocarla, le pareció que estaba
caliente, que el marfil se ablandaba y que, deponiendo su dureza, cedía a
los dedos suavemente, como la cera del monte Himeto se ablanda a los
rayos del sol y se deja manejar con los dedos, tomando varias figuras y
haciéndose más dócil y blanda con el manejo. Al verlo, Pigmalión se
llena de un gran gozo mezclado de temor, creyendo que se engañaba.
Volvió a tocar la estatua otra vez, y se cercioró de que era un cuerpo
flexible y que las venas daban sus pulsaciones al explorarlas con los
dedos.»
Cuando despertó en lugar de la estatua se hallaba Afrodita, que le
dijo “Mereces la felicidad, una felicidad que tú mismo has plasmado.
Aquí tienes a la reina que has buscado. Ámala y defiéndela del mal”. De
esa forma Galatea se transformó en una mujer real.
Pigmalión se casó con Galatea y tuvieron una hija llamada Pafo, que más tarde sería a su vez la madre de Cíniras.
Una versión de la historia cuenta que tiempo después Pigmalión
ofendió a Afrodita y ésta, como castigo, durante una noche, mientras
Pigmalión y Galatea hacían el amor… volvió a convertir en piedra a
Galatea aprisionando a Pigmalión con su sexo y con sus brazos. Los
gritos de este, no se sabe si de dolor o de pena, se escucharon en toda
la isla.
Fuente: Tejiendo el mundo.
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